Los dublineces, James Joyce
Una vez culminada la lectura de los Dublineses y de la discusión y análisis en clase, de gran parte de los cuentos, debo admitir que me he cuestionado como lectora. Durante toda mi “vida como lectora activa" y durante mi carrera he leído textos literarios, artículos, cuentos, poemas, textos periodísticos ensayos y he realizado análisis, escritos, reseñas y demás desde distintas perspectivas y enfoques; y, por lo general, he sido acertada en mis criterios de análisis o críticas e identificación de criterios, estructuras, temáticas y conceptos.
Pero en esta ocasión debo admitir que mis reflexiones personales no coinciden en lo más mínimo con gran parte de las exposiciones hechas en clase por la profesora o por los estudiantes. Evidentemente hay un lineamiento central o casi obvio que sigo y que comparto pero al llegar a un nivel más profundo, cuando se trata de hacer algunas observaciones más específicas, veo que parezco estar leyendo otro libro, o al menos otra versión a la que leen las demás.
Odio decir que siento que mi lectura parece estar “cubierta por un manto rosa” o algo similarmente romántico, cursi, detestable. Aunque percibo la ironía y el desamor y la desesperanza que Joyce refleja en el libro, creo que hay momentos de amor sincero, ilusión y melancolía que llenan los párrafos de sentimientos que se desbordan de sus páginas. Pero al llegar a clase parece que soy yo.
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